News - Profecias o especulaciones?

Segun un estudio de la consultoría italiana Cassaleggio Associati Google comprará a Microsoft y Amazon a Yahoo. Las compañías de televisión se tendrán que reinventar pues de lo contrario desaparecerán. Lawrence Lessing, autor del libro Cultura libre, será ministro de Justicia en Estados Unidos sólo para declarar como ilegal los derechos de autor. Estos acontecimientos ocurrirán entre 2015 y 2020. No fue George Orwell quien convenció a los dueños de la empresa Nokia de abandonar la fabricación de botas de goma para dedicarse a la producción de teléfonos celulares. Fue la redefinición del mundo (flujo de conocimientos y experiencias) la que les convenció.

La economía de EU estresa al mundo. Los analistas recurren a sus libros de economía ortodoxos y a hemerotecas especializadas para abonar su opinión en el árbol mediático: si bajamos las tasas de interés disminuye la inversión y se incrementa el consumo. Y mejor aún, si “regalamos” dinero la sicoeconomía del consumidor se reactivará, lo que a su vez impedirá una acumulación de inventarios, una disminución de la producción y un masivo despido laboral. Lo anterior resulta innecesario y ocioso. Ahora hasta Greenspan duda de lo que él mismo comentó hace unos días.

Los sectores industriales han mutado en menos de 40 años. En 1950, 85% de los trabajadores, en EU, producían bienes tangibles. Hoy, 75% trabaja en el sector servicios (bienes intangibles). Algo más, en 1950 el capitalismo no incluía a China como un jugador global ni a la India como productor tecnológico. La economía ha sido jubilada por su hija mayor, la mercadotecnia.

Resulta anómalo toparse con precios inelásticos (la demanda no disminuye ante un incremento en el precio del bien) en productos como tenis Nike (en el Bronx neoyorquino) y teléfonos iPhone (en barrios marginales londinenses). Ya lo explicó el economista y jefe del Banco Santander para América Latina, Juan José Ruiz. Hoy en Europa, un kilo de lomo argentino cuesta 23.95 euros y un kilo de Audi A4 sólo 20 euros. Si el kilo de iPhone cuesta 3 mil euros, entonces hacen falta unos 130 kilogramos de lomo argentino para comprar un kilo de iPhone. Resulta anómalo que Wal-Mart sostenga una guerra de precios sacrificando derechos humanos de sus trabajadores.

Las claves para entender lo anterior las encontramos en Davos. Comienzo por definir lo que no es. Davos no es una montaña mágica ni un retiro vacacional. No es una fábrica de chocolates ni una marca de relojes finos. Para algunos Davos es una asamblea de publicistas suntuarios. Para otros una universidad de la imagen. Hay quienes aseguran que los políticos que lo visitan se doctoran en relaciones públicas (habrá que preguntárselo al gobernador mexiquense Enrique Peña Nieto). Otros políticos viajan a Davos para relanzarse como líderes (Al Gore). Y otros consideran que Davos es un spa de aspiracionistas. Quizá todos tengan parte de razón. Pero no toda.

De manera eufemística, a las reuniones de Davos las bautizaron como Foro Económico Global. Aunque sería preferible bautizarlas como iDavos o Google Party. Pero para no sesgar la definición basta leer la kilométrica lista que incluye a las empresas patrocinadoras del famoso foro. Son 94 compañías. Menciono algunas: el buscador Google (“La búsqueda es una tarea tan personal que revierte en una emancipación sin igual del ser humano.

Es la atribución de poder al individuo para que haga lo que considere mejor con la información que desee”, palabras de Eric Schmidt, director de Google, recogidas por Thomas Friedman en su libro La tierra es plana), la mensajería UPS (mal llamada mensajería porque actualmente está integrada al negocio de la compostura de computadoras Toshiba o al adiestramiento de logística en la repartición de pizzas Papa John’s), Reuters, Microsoft, procesadores Intel, la consultoría McKinsey, así como las omnipresentes Coca Cola y Nestlé, entre otras.

La mayoría de las 94 empresas pertenecen a los sectores de tecnología y servicios, es decir, a la economía ingrávida o, lo que es lo mismo, a la mercadotecnia de los deseos de educación, información y ocio.
El Foro Económico Mundial se ha convertido en una especie de iDavos (en referencia al nombre de marca de los productos Apple como, por ejemplo, iPod y iPhone). iDavos es un conjunto de proyecciones tecnológicas, económicas y políticas que determinarán el sentido de la globalización.

Uno de los temas prioritarios es la educación. Así lo entiende Bill Gates, quien el pasado jueves habló sobre el capitalismo creativo que vincula la tecnología con las personas más pobres del mundo. México tendría que poner atención. Y para matizar a través de un ejemplo regresemos al país que hace muchos años producía botas de goma, Finlandia. En los 90 el país nórdico vivió una durísima recesión económica. El gobierno no bajó el ánimo y decidió fortalecer la inversión en educación, tecnología e investigación. Pero no bastó con la inversión.

Se requirió del fortalecimiento de valores como la honradez y el trabajo para formar a los estudiantes con excelencia. Algunos ejemplos: por ley los grupos no pueden ser mayores a 24 alumnos; los escasos “puentes vacacionales” se recuperan con horas extras; ser profesor es una de las profesiones con más prestigio y con mejores sueldos y los alumnos no rayan los pupitres ni hacen trampa a través de “acordeones”, la duración de las clases es de 45 minutos.

El sistema educativo está estructurado para que los estudiantes se acostumbren a ser autónomos desde pequeños y se independicen a los 18 años. Al terminar la secundaria hablan inglés a la perfección, leen un libro a la semana y utilizan internet para complementar sus conocimientos.

El mundo de Davos se encuentra en transición. Preguntémosle a la secretaria de Estado estadounidense, Condoleezza Rice, por qué su discurso no sedujo a nadie. Simple. En la actualidad no hay líderes políticos. Y en EU, menos.
Aldous Huxley observó Un mundo feliz segmentado y alienado. Esperemos que Un iDavos feliz lo democratice a través de la educación.

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